Wolf cries for Moon

Hace unos 6 años empecé a escribir mi primer libro, una promesa que por diversas razones se había ido retrasando pero que finalmente pude terminar el pasado 2020 gracias a una inesperada circunstancia que me encendió tanto la inspiración como el deseo de cerrar una página (y todo un libro) de mi vida.

Hoy es 14 de febrero, un día señalado para celebrar el amor en el mundo, algo que habría que celebrar cada día de nuestras vidas. Algunas personas lo ven como un día basado en el convencionalismo o el consumo, y probablemente tengan razón, pero para mí es algo más especial que para la mayoría.

Es esta fecha la que vio nacer el vínculo entre un lobo y su Luna, una fecha que cambiaría por siempre mi forma de ver el mundo y las personas que lo habitan, tanto cercanas como desconocidas. Fue esta fecha la que me llevo a un largo viaje de aprendizaje con sus alegrías y sus dolores, viaje donde aprendí a amar al Amor, a descubrir que ni el mundo, ni la vida, ni la muerte puede acabar con algo que es eterno para algunas personas. Un camino que a pesar de sus baches, me llevaron a ese mundo interior que solo 2 personas conocieron en vida. Un lugar (como dice la canción escogida en el Especial que he colgado en mi canal de Youtube) Donde Quedo Solo Yo, Donde Solo Quedas Tu.

Y eso es precisamente Wolf cries for Moon, un viaje a la visión que me dieron del mundo, de sus fallos y de sus amores. Un viaje lleno de sentimiento e instinto alejándose de la razón de un mundo cada vez más frío e insensible. Un viaje que no puede tener un final bueno pero si un recuerdo sincero y hermoso.

Caminemos Juntos la senda de un lobo que perdió su razón de existir.

Prólogo

Nació en un gran bosque. Un bosque de altos árboles grises. Un bosque lleno de vidas comunes y sueños perdidos. Nació de la Madre Tierra observado desde cerca por el Padre Destino. Nació maldito y bendecido. Nació lleno de ira y de odio, de amores perdidos, del dolor de la pérdida y de la culpa. Nació de la Muerte. Por que el era Lobo y había matado a Luna... Como cada noche, Lobo estaba aullando a su amada. La argentea luz que ella transmitía inundaba su pelaje provocándole el gozo de todos sus sentidos. Su rostro, blanco e iluminado, estaba enmarcado por las finas hebras de la oscura noche. Ella escuchaba su canción. El lloraba de felicidad. Y con un último beso, Lobo le informó de su decisión. «Mi amada Luna, mañana partire hacia los bosques del Mundo Inferior. Me adentrare en las sendas del Conocimiento y aprenderé los secretos que nos han vetado». «Mi cachorro» dijo Luna. «¿Me dejaras sola?. ¿Quien velará mis noches?.¿Quien cantará cuando este triste?» Lobo apenado, por qué no quería dejarla, le contestó. «Cada noche subiré a una colina y cantare con la voz de las estrellas de la fría y dulce noche. Mi voz sonará hasta que despunte el alba y tu cálida luz podrá rozar mi alma» «¿Por qué has de ir?. ¿Por qué marchas amor mío?» «Por qué si consigo el Conocimiento de los Portadores de Voz, podremos viajar por las estrellas, y amarnos eternamente en La Noche que Nunca Termina» Y así con lágrimas y risas, con dolor y placer, con esperanza y congoja, Lobo y Luna se amaron como sólo pueden hacer los Espíritus del Mundo, hasta que la mañana separó sus cuerpos. Lobo se alejaba del bosque. Tenía miedo. Desde que Luna y él se habían conocido nunca había salido del Bosque Gris. La luz de Luna siempre había guiado su instinto y le había permitido salir victorioso de todos los desafíos. Pero ahora estaba solo. No poseía más que sus sentidos y sus colmillos para enfrentarse a un mundo que no conocía. Todos los sonidos, olores y sabores eran nuevos para el. Todo era un peligro potencial que podría hacer que se perdiese para siempre. Pero estaba convencido de que debía continuar. Era la única forma de que Luna y el estuvieran juntos. Los Espíritus del Mundo se negaban al amor entre la Princesa de Plata y un espíritu menor. Las Tradiciones Primigenias no permitían estas uniones. Padre Destino había decretado prohibido su Amor, y Madre Tierra se mostró de acuerdo. Nunca permitirían que un simple animal desposara a su hija más querida. No, ella era su tesoro más hermoso y no lo entregarian a nadie. A menos que Lobo volviera con el poder del Conocimiento... Apenas podía ver ya los límites del bosque. Había caminado durante todo el día y la noche se acercaba. Afinó sus sentidos para localizar una colina desde donde cantar a su amada. Allí estaba, a unos pocos pasos. Casi como si se hubiera creado de la nada al pensar en buscarla. De improviso, Lobo escuchó una voz atronadora que paralizó su misma existencia. «¿A dónde crees que vas?» Lobo agachó la cabeza y gimio. «Padre» «Sabes bien que yo decido tus caminos, y este no debe ser tuyo. Tienes que volver.» «No lo haré, Padre» La ira de Padre Destino se sentía de forma tan intensa y aguda como el dolor físico. «¿Osas desobedecerme?» La presión y el dolor eran insoportables. Cada fibra, cada nervio de su cuerpo imponía la voluntad de su Padre. Lobo no podía hacer más que permanecer tumbado, gimiendo de sufrimiento. No tenía más opción que obedecer el mandato del Destino... ...y entonces la noche llegó. La luz argentea de Luna se coló por sus ojos. Su fría dulzura se abrió camino hacia las profundidades de su alma y su corazón. Y el aullido de Lobo cantó la balada de las Bestias. Padre Destino no se movió, observando la transformación de su hijo. «Será mi voluntad» dijo Lobo.» Padre Destino cerró los ojos y se dirigió a Lobo con la palabras del Tiempo. «Bien, recorre tu camino hijo mío. Recorre las tierras sin sentido y las Sendas del Caos Inevitable. Pero aquí, en el Corazón del Mundo dejó escritas estas palabras. No podrás volver a estas tierras. No volverás a ver el rostro de mi hija más querida. Hasta que encuentres la respuesta a la pregunta que no puede ser realizada. Hasta ese instante, no podrás cruzar mis fronteras. Quedas exiliado, abandonado a las tormentas de la entropía. Encadenado a la enfermedad y a la mortalidad. Atrapado por el dolor y la desdicha. Adiós hijo.» Y con estas últimas palabras Lobo cayó a los Abismos. Una caída sin fin que le llevaría a las tierras donde acaba todo y no comienza nada. Mientras a lo lejos podía escuchar el llanto amargo de su amada... Yeray de Mena